viernes, 27 de noviembre de 2020

Ángeles y demonios

 27 de noviembre de 2020.

Por: Daniel Molina, en Twitter.

Si sos de los creen en que el mundo se divide entre ángeles y demonios que quieren establecer un reino de la luz o un infierno de la oscuridad este hilo que voy a hacer te va a molestar mucho. Por el contario, si te interesa reflexionar sobre política quizá te interese leerlo.




La política consiste en elegir entre propuestas realizables la que parece mejor para resolver tales problemas sociales, económicos y políticos.

La ideología tiende a fanatizarse con las propuestas y convertirlas en creencias religiosas: ese es el principal drama de lo político.

Las elecciones políticas son racionales y del orden de lo humano.

Las creencias políticas muchas veces caen en lo irracional, en el fanatismo, cuando tienden a creerse inspiradas por dioses, más allá de lo humano.

Nada político es del orden de lo perfecto. Es lo falible en sí.

La política no es algo del orden de la moral o de las buenas costumbres o de la búsqueda del sentido de la vida o sobre la construcción del Paraíso.

Es simplemente la forma de gestionar lo real social con el menor costo y tratando de lograr el mayor beneficio para todos.

Yo también era un tonto a los 20 años: creía que la política era el terreno de los valores y la moralidad.

Pero con el tiempo, el estudio de los clásicos y el análisis de la realidad comprendí que Política y Moral no se intersectan jamás.

No es que la Política sea inmoral.
Simplemente es un territorio que está completamente fuera de toda valoración moral.

Al igual que Bobbio, el liberal Savater decía (sigue diciendo) que poner a la Moral en el territorio de la Política fue el mayor éxito que logró el Fascismo.

El Fascismo de Mussolini plantea que toda "la vieja" política está mal porque los políticos son corruptos e inmorales y que el partido Fascista tiene como misión limpiar la inmundicia que produjo la "vieja" política.

¿Cómo se limpia la inmundicia corrupta de la "vieja" política? Barriendo a los políticos tradicionales y suplantándolos por los cruzados de la moral (los fascistas), que regenerarán sobre nuevas bases (no democráticas, porque la democracia es esencialmente corrupta) la sociedad.

Bobbio y Savater, entre otros, dicen que la prédica por la moralidad en la política -acusando a los adversarios políticos de ser el partido de la corrupción- es la más sólida creación del fascismo: sigue funcionando porque siempre encuentra eco en los oídos de las masas.

¿Por qué la denuncia sobre la corrupción encuentra oídos atentos?
Porque la mayoría es resentida. Detesta a los políticos. Su vida ha fracasado completamente. Ya saben que van a morir sin haber realizado ninguno de los sueños juveniles.

Y ven que a los políticos "les va bien".

El resentimiento (que, aunque parezca extraño, es mayor en la clase media que entre los pobres) es la base de todo movimiento fascista en contra de la "vieja" política "corrupta".

El fascismo es esencialmente un partido (y una idea) de clase media: el partido del resentido.

Ser obrero no obliga a nadie a ser comunista y ser de clase media no es sinónimo de fascista.

Pero entre 1920 y 1990 era más fácil encontrar comunistas entre los obreros de occidente que entre los ricos.
Y más fácil encontrar fascistas entre la clase media que entre los obreros.

¿Por qué es en la clase media que reina el resentimiento?

Porque es mayor la distancia entre sus ideales y la realidad de que han logrado en la vida, que es insignificante.

Entre vivir ese extremo fracaso existencial y votar a Lilita no hay más que un paso.

Puse a Lilita porque es la única propuesta claramente fascista que hay en la democracia argentina y porque sus votantes son los típicos moralizadores fascistas de los que hablan Bobbio y Savater: los que sueñan con un Estado tan impoluto como la casa de la abuela Clementina.

Las propuestas fascistas son falsamente morales: prometen una limpieza del Estado que jamás realizan.

Eso lo vimos en la Argentina con Lilita apoyando a uno de los más corruptos empresarios del país para llegar al Gobierno y quedarse con todos los negocios para sus empresas.

Las propuestas moralizantes siempre son falsas promesas.

Estado y moral son terrenos separados.

Por supuesto que toda sociedad debe tratar de que todos sus miembros (incluyendo a los funcionarios políticos) respeten las leyes y las normas éticas básicas. Pero ese es otro tema.

Cuando se pide moralizar al Estado se parte de suponer que política y corrupción son la misma cosa y que un verdadero partido de la moralización (los fascistas) podrá resolver eso porque está conformado por ángeles que vinieron a combatir al demonio.
Eso es religión. Y fanática.

Repitamos:

La democracia se basa en el reconocimiento de que todos los actores políticos son igualmente bien intencionados aunque tengan ideas distintas sobre cómo buscar y encontrar las mejores soluciones.

Sin eso no hay república ni democracia.

Para que exista democracia y república todos los actores políticos deben reconocer que sus adversarios son actores políticos tan dignos como ellos.

Creer que de un lado están los ángeles y del otro lado los demonios a combatir es puro maniqueísmo religioso.

En la Argentina del siglo XXI estamos totalmente metidos en el maniqueísmo religioso:

los dos principales conglomerados políticos creen que el otro es demoníaco y debe ser destruido.

Incluso se considera una traición intentar consensuar políticas y hasta entablar un diálogo.

En términos históricos hemos retrocedido a antes del año 500 AD, cuando los atenienses establecieron el diálogo y el respeto por todas las opiniones políticas como base de la construcción de la sociedad. Y la llamaron Democracia.

Tanto Cambiemos como el peronismo tienen cosas positivas y negativas.

Cada ciudadano evalúa qué le interesa de positivo en cada uno y qué le desagrada de lo negativo de cada uno y vota.
Así funciona.
No es que Cambiemos es angelical (o demoníaco) y lo mismo el peronismo.

En 2019 yo voté por primera vez en mi vida a candidatos peronistas (Alberto Fernández-Cristina Fernández) porque vi una pequeña luz de esperanza en su propuesta de salir de 50 años de decadencia argentina.
No soy iluso. Pero la otra fórmula me parecía absolutamente nefasta.

Creo que Macri no solo hizo el peor gobierno de los 37 años de Democracia sino de los peores desde la Revolución de Mayo.

Macri es un político malvado e ineficiente.

Le ha hecho mucho daño al país.
No solo no supo gestionar la crisis (eso fue lo menos malo de su gobierno), sino porque agravó la Grieta y estimuló el odio a límites imposibles de vivir.

Macri tomó todo lo malo que recibió de herencia y lo hizo peor.
Y lo bueno que recibió lo destruyó.

No puedo imaginar una acción gubernamental peor.

Pero Macri no es un demonio. Estoy seguro que él creyó que así hacía algo positivo.
Macri debe haber creído que fomentar el odio, unir a los servicios de inteligencia con los jueces y los periodistas para perseguir a los opositores era algo bueno.

Por eso voté en contra de Macri y a favor de esa pequeña esperanza que podían ser los Fernández para salir del pozo de la decadencia argentina y del odio feroz en el que vive esta sociedad.
Pero no creo en los poderes angelicales de los Fernández.
Espero aun su política positiva.

Cuando pensemos la política como el territorio en el que debaten distintas posiciones y no como una lucha contra el demonio habremos arribado a la madurez democrática, a la culminación de la primera parte de ese gran proceso que comenzó el 10 de diciembre de 1983.

Falta mucho.

https://twitter.com/rayovirtual/status/1332303989942181889


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