7 enero 2017.
Una investigación de la Facultad de Arquitectura analizó el impacto que los grandes proyectos urbanos producen en la construcción físico-social de la ciudad a partir del estudio de dos casos: Puerto Madero en Buenos Aires y Puerto Norte en Rosario. El equipo, dirigido por la arquitecta Claudia Rosenstein, partió de la idea que de la ciudad es el soporte espacial de la vida colectiva y el campo de lucha entre múltiples actores, por lo que las intervenciones urbanas están determinadas por la “idea de ciudad” que se imponga entre varias.
Los proyectos de investigación surgen bajo el paradigma del “urbanismo de los promotores”, lo que implica la sumisión del Estado a la lógica del mercado. “Para la tradición de la gestión urbana en Rosario, Puerto Norte significa una ruptura de los lineamientos de producción de espacio público”, sostiene el informe.
Otra coincidencia es que las dos obras se sustentan en planes, aunque diferentes. “El Plan Estratégico en Buenos Aires funciona como aliado de la fragmentación urbana al negar la participación ciudadana. Aquí el mercado –y el Estado como aliado de éste– impone su idea de ciudad”, expresa Rosenstein, titular de la Cátedra Proyecto Arquitectura 2.
En Rosario, “la planificación estratégica de carácter participativa se desarrolla en un contexto en el cual las políticas urbanas cuentan con una mayor cohesión y continuidad en el gobierno municipal”, manifiesta. “Sin embargo, mientras por un lado se pretende descentralizar recursos para generar una ciudad equitativa, Puerto Norte los concentra para un pequeño sector de alto poder adquisitivo.”
Rosenstein explica que si bien esta intervención hizo visible un sector que permanecía oculto y lo encadenó al cinturón de espacios verdes de la costa, también implicó la renuncia al paradigma de la compensación urbana reemplazándola por la del fragmento. “Lejos de aparecer como un modelo de respeto a la diferencia, es una confirmación de la desigualdad”.
Por otro lado, sostiene que el impacto sobre su entorno podría dar lugar a procesos de gentrificación (cambio en las condiciones y equipamiento de un barrio que atraen inversiones y mejoran calidad de vida) y que el municipio, hasta el momento, no creó los instrumentos para favorecer la permanencia de la población residente.
El trabajo no pone en duda que Puerto Madero significa una dinamización urbanística, la dotación de nuevos espacios públicos e importantes inversiones en la zona central de la ciudad de Buenos Aires y en este sentido es un éxito, pero sí manifiesta el carácter excluyente y la segregación espacial que ha generado.
En este sentido, lo diferencia de Puerto Norte, que se sustenta en un marco institucional y legal que incluye instancias de negociaciones y acuerdos entre actores públicos y privados y la aplicación de instrumentos para la captación de plusvalía. De todos modos, “resultan insuficientes ante la extraordinaria valorización del suelo que genera el proyecto”.
Espacios de exclusión
En relación con el uso del espacio público por parte de la población, los resultados determinaron que tanto porteños como habitantes del conurbano concurren masivamente a Puerto Madero eligiendo la Costanera Sur y no las avenidas, bulevares y paseos del emprendimiento.
Tampoco Puerto Norte pareciera ser una opción de recreación para los rosarinos, quienes optan por los grandes parques ribereños. “No logra ser apropiado por la sociedad y es visto como espacio de exclusión. Su resolución arquitectónica contribuiría a ello con un uso indiscriminado de piso seco”, explica la docente. En ambos casos, la característica de “participación” que define al espacio público, está ausente.
Mucho orden no atrae
Las entrevistas realizadas durante la investigación dieron cuenta de que los habitantes de distintos sectores de Rosario no eligen estos espacios ordenados y prediseñados, sino aquellos donde logran apropiación, donde se relacionan con otros, donde hay tumulto y desorden. En relación a esto Rosenstein explica que espacio abierto no equivale a espacio público, que el diseño no es neutral y cuando quedan restringidas las actividades a realizar, es porque existe una voluntad al respecto.
“Ni Puerto Madero ni Puerto Norte poseen barreras físicas pero ambos cuentan con innumerables mensajes simbólicos que señalan claramente que ese lugar está fuera del alcance para la mayoría de la sociedad”, enfatiza la arquitecta.
La reflexión final del trabajo es que estos proyectos contribuyeron al mejoramiento de fragmentos urbanos, pero no a la reducción de las desigualdades sociales y espaciales. “Así, nos inclinamos a poner en duda la creencia de que el acercamiento espacial de agentes muy alejados en lo social pueda tener un efecto real de acercamiento”.
Vicio de origen
La incapacidad de estos proyectos en aportar al espacio público está dada por la ideología que los sustenta. “El vicio de origen está en el sometimiento del Estado y a través de él, del espacio y los intereses públicos a los capitales privados y al mercado inmobiliario”, afirma la docente. La incorporación de mecanismos por parte de las gestiones locales contribuye a atenuar los efectos negativos, pero aun así, no garantiza la construcción de lo público. “Pareciera que tanto el espacio privado como el público le pertenecen a la misma clase social”, expresa.
La investigación concluye en que la arquitectura es determinante en las relaciones sociales, pero la clave reside en las decisiones políticas que se toman.
El papel del Estado
“El rol del Estado resulta fundamental en la mediación entre los intereses del capital privado y los de la sociedad, para que los nuevos suelos que se incorporan al circuito de producción, produzcan rentabilidad social para la población y comercial para los privados. Una de las cuestiones medulares a la hora de pensar ciudades inclusivas es combatir la especulación inmobiliaria y el capital financiero”.
http://www.elciudadanoweb.com/lupa-de-urbanistas-sobre-puertos-madero-y-norte/
Una investigación de la Facultad de Arquitectura analizó el impacto que los grandes proyectos urbanos producen en la construcción físico-social de la ciudad a partir del estudio de dos casos: Puerto Madero en Buenos Aires y Puerto Norte en Rosario. El equipo, dirigido por la arquitecta Claudia Rosenstein, partió de la idea que de la ciudad es el soporte espacial de la vida colectiva y el campo de lucha entre múltiples actores, por lo que las intervenciones urbanas están determinadas por la “idea de ciudad” que se imponga entre varias.
Puerto Norte, en Rosario, es menos excluyente que el porteño Madero. Pero apenas. |
Los proyectos de investigación surgen bajo el paradigma del “urbanismo de los promotores”, lo que implica la sumisión del Estado a la lógica del mercado. “Para la tradición de la gestión urbana en Rosario, Puerto Norte significa una ruptura de los lineamientos de producción de espacio público”, sostiene el informe.
Otra coincidencia es que las dos obras se sustentan en planes, aunque diferentes. “El Plan Estratégico en Buenos Aires funciona como aliado de la fragmentación urbana al negar la participación ciudadana. Aquí el mercado –y el Estado como aliado de éste– impone su idea de ciudad”, expresa Rosenstein, titular de la Cátedra Proyecto Arquitectura 2.
En Rosario, “la planificación estratégica de carácter participativa se desarrolla en un contexto en el cual las políticas urbanas cuentan con una mayor cohesión y continuidad en el gobierno municipal”, manifiesta. “Sin embargo, mientras por un lado se pretende descentralizar recursos para generar una ciudad equitativa, Puerto Norte los concentra para un pequeño sector de alto poder adquisitivo.”
Rosenstein explica que si bien esta intervención hizo visible un sector que permanecía oculto y lo encadenó al cinturón de espacios verdes de la costa, también implicó la renuncia al paradigma de la compensación urbana reemplazándola por la del fragmento. “Lejos de aparecer como un modelo de respeto a la diferencia, es una confirmación de la desigualdad”.
Por otro lado, sostiene que el impacto sobre su entorno podría dar lugar a procesos de gentrificación (cambio en las condiciones y equipamiento de un barrio que atraen inversiones y mejoran calidad de vida) y que el municipio, hasta el momento, no creó los instrumentos para favorecer la permanencia de la población residente.
El trabajo no pone en duda que Puerto Madero significa una dinamización urbanística, la dotación de nuevos espacios públicos e importantes inversiones en la zona central de la ciudad de Buenos Aires y en este sentido es un éxito, pero sí manifiesta el carácter excluyente y la segregación espacial que ha generado.
En este sentido, lo diferencia de Puerto Norte, que se sustenta en un marco institucional y legal que incluye instancias de negociaciones y acuerdos entre actores públicos y privados y la aplicación de instrumentos para la captación de plusvalía. De todos modos, “resultan insuficientes ante la extraordinaria valorización del suelo que genera el proyecto”.
Espacios de exclusión
En relación con el uso del espacio público por parte de la población, los resultados determinaron que tanto porteños como habitantes del conurbano concurren masivamente a Puerto Madero eligiendo la Costanera Sur y no las avenidas, bulevares y paseos del emprendimiento.
Tampoco Puerto Norte pareciera ser una opción de recreación para los rosarinos, quienes optan por los grandes parques ribereños. “No logra ser apropiado por la sociedad y es visto como espacio de exclusión. Su resolución arquitectónica contribuiría a ello con un uso indiscriminado de piso seco”, explica la docente. En ambos casos, la característica de “participación” que define al espacio público, está ausente.
Mucho orden no atrae
Las entrevistas realizadas durante la investigación dieron cuenta de que los habitantes de distintos sectores de Rosario no eligen estos espacios ordenados y prediseñados, sino aquellos donde logran apropiación, donde se relacionan con otros, donde hay tumulto y desorden. En relación a esto Rosenstein explica que espacio abierto no equivale a espacio público, que el diseño no es neutral y cuando quedan restringidas las actividades a realizar, es porque existe una voluntad al respecto.
“Ni Puerto Madero ni Puerto Norte poseen barreras físicas pero ambos cuentan con innumerables mensajes simbólicos que señalan claramente que ese lugar está fuera del alcance para la mayoría de la sociedad”, enfatiza la arquitecta.
La reflexión final del trabajo es que estos proyectos contribuyeron al mejoramiento de fragmentos urbanos, pero no a la reducción de las desigualdades sociales y espaciales. “Así, nos inclinamos a poner en duda la creencia de que el acercamiento espacial de agentes muy alejados en lo social pueda tener un efecto real de acercamiento”.
Vicio de origen
La incapacidad de estos proyectos en aportar al espacio público está dada por la ideología que los sustenta. “El vicio de origen está en el sometimiento del Estado y a través de él, del espacio y los intereses públicos a los capitales privados y al mercado inmobiliario”, afirma la docente. La incorporación de mecanismos por parte de las gestiones locales contribuye a atenuar los efectos negativos, pero aun así, no garantiza la construcción de lo público. “Pareciera que tanto el espacio privado como el público le pertenecen a la misma clase social”, expresa.
La investigación concluye en que la arquitectura es determinante en las relaciones sociales, pero la clave reside en las decisiones políticas que se toman.
El papel del Estado
“El rol del Estado resulta fundamental en la mediación entre los intereses del capital privado y los de la sociedad, para que los nuevos suelos que se incorporan al circuito de producción, produzcan rentabilidad social para la población y comercial para los privados. Una de las cuestiones medulares a la hora de pensar ciudades inclusivas es combatir la especulación inmobiliaria y el capital financiero”.
http://www.elciudadanoweb.com/lupa-de-urbanistas-sobre-puertos-madero-y-norte/
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